DAR EN EL BLANCO
No soy usuaria del autobús, odio ese medio de transporte que exaspera mi paciencia, prefiero trasladarme a pie por la ciudad mientras doy rienda suelta a mi mente, pero hoy no me ha quedado otro remedio que usarlo.
Me dirigía a una entrevista de trabajo con mi vestido de gasa y mis sandalias de taconazo cuando estalló una tormenta de verano, ¿qué podía hacer? imposible pillar un taxi, asi que no me quedó otra opción que subir al autobús y doblegarme al suplicio.
Como era de esperar iba hasta los topes, y allí en medio "YO", diminuta, oscilando hacía delante y hacía atrás, igual que un tentetieso (pero con tacones) en medio de la masa, el autobús era una auténtica olla a presión y yo estaba a punto de estallar.
El asiento más cercano a mi lo ocupaba un señor que en cada parada hacia amago de bajarse; se levantaba, pero acto seguido se arrepentía y se volvía a sentar, asi una y otra vez.
Nueva parada, nueva incorporación, nueva esperanza, nueva decepción.
Me tenía boquiabierta tanta indecisión y de nuevo otra parada ... ¡ZAS ! frenazo ... Mi chicle salió disparado hacia su asiento en un arco perfecto...
En la siguiente parada no se levantó 😉
No hay comentarios:
Publicar un comentario